viernes, 22 de noviembre de 2013

El Tiempo es Ahora...


Mensaje de Paz

El tiempo para vivir la vida de Cristo, sus promesas y sus profecías es ya, el Señor está preparando ahora mismo un pueblo, en este mundo, en esta vida en la carne, para que gobiernen junto con Él.

El tiempo es ya...


Seductora por su facilismo, pero a la vez, adormecedora de conciencias, es aquella lamentable doctrina la cual pregona que las vivencias que tuvo Jesucristo y las profecías que Él nos dejó cuando estuvo en cuerpo sobre esta tierra, son imposibles de vivir en esta vida en la carne, pero si viables para después de que seamos libres de este cuerpo mortal, cuando durmamos en la muerte del cuerpo natural o físico.


Por ello es que en su afán por trasmitir un discurso agradable a los sentidos naturales, los magnos eruditos religiosos cristianos les dicen a sus seguidores y oyentes que las principales vivencias y promesas que transformarán nuestras almas de la grosera imagen del hombre caído actual, a la gloriosa imagen espiritual del Hijo del Dios Altísimo, serán vivencias que podremos tener una vez abandonemos este cuerpo mortal y el mundo, y que por lo tanto, debemos conformarnos con una vida de bebés espirituales, dependientes de la leche de los pastores, subyugados a los sistemas religiosos, enredados en medio intermediarios humanos y postrados ante nuestra profunda relación con el mundo y el hombre caído. A través de maromas oratorias (que ya rayan en lo bufónico), la muchedumbre congregada es llevada entonces a una plácida pero estéril vida de conversión en Cristo, la cual no tiene un propósito diferente que la de mantener al pueblo de Dios con una demografía plagada de bebés espirituales que como tales, serán ciertamente fáciles de manipular, controlar y convencer con frágiles, y muchas veces, deplorables doctrinas.

Por ello hemos tenido en nuestro corazón intentar extender de una manera corta una invitación que se sintetiza en 4 palabras: El tiempo es ya.

El tiempo es ya, el tiempo para que vivamos todo lo que el Señor Jesús vivió como hombre es ya, el tiempo para que se cumpla todo lo que el Señor Jesús profetizó para nuestras vidas y la vida de Su Iglesia, es ya, necesitamos recorrer desde ya parte del camino para abandonar el patético culto de adorar y alimentar a la grosera y corrupta imagen del hombre caído (así sea cristiano), para ser injertados en la gloriosa posición espiritual de ser llamados hijos del Dios vivo. La invitación que nos hace el Señor Jesucristo para vivir como Él vivió es para esta vida en carne, acá en el mundo, ya. Nosotros fuimos convencidos por el Señor cuando nos reveló cierta vez que algo que era aparentemente imposible de cumplir sin morir físicamente podría hacerse vivo en esta vida en la carne, y me refiero a la resurrección, algo que aparentemente pasará luego de que dejemos este cuerpo físico.

Permítame por favor amigo lector explicarle a qué me refiero: del Señor se dejaron escritas algunas cosas, que aunque las apreciamos desde un contexto netamente físico, están maravillosamente unidas al contexto espiritual de la resurrección. Sobre Jesús quedó escrito que fue crucificado (Lc. 24:20), murió (Hc. 8:32), descendió a las partes más bajas de la tierra (Ef. 4:8-10), que al tercer día resucitó (Mt. 28:5-7 / Lc. 9:22 / Lc. 24:46) y que vivió como resucitado (Lc. 24).

Me preguntaba entonces:
- ¿Si es cierto que cada cosa que vivió el Señor la podemos vivir ya, en esta vida en el mundo, antes de morir físicamente, entonces cómo es posible que sin morir físicamente pueda ser crucificado, morir, descender, resucitar y vivir como resucitado?

Lo primero que debemos entender bajo este contexto es que nadie puede resucitar si no ha muerto, y no puede morir, si no ha sido crucificado, de manera que así como la Paz es un efecto de la Justicia (Is. 32:17), la resurrección es un efecto de la muerte en Cristo y la muerte de la crucifixión, no las podemos saltar, porque la una no vive sin la preexistencia de la otra; jamás habrá Paz si la Justica de Cristo no ha tomado vida primeramente, así mismo jamás podrá haber resurrección si la muerte en Cristo no ha tomado curso, y así con la crucifixión sobre la muerte. Amigo lector, le tengo una excelente noticia, y dos que no le van a gustar mucho: La buena noticia es que la resurrección usted la podría vivir, si es su voluntad claro está, antes de morir físicamente, pero para ello, y estas son las malas noticias, es necesario que sea crucificado y muerto desde el ámbito espiritual, y obviamente se estará preguntando:

- ¿Y cómo puedo ser crucificado y muerto sin morir físicamente?

La crucifixión la vivirá cuando viva lo que vivió el Señor como hombre, que siendo el Hijo de Dios y el mismo Dios no hizo nada por sí mismo, sino que Él dice que solo habla lo que ve cerca del Padre (Jn. 8:38), que hace las obras del Padre (Jn. 10:37), eso quiere decir que cada palabra y obra que proclamó e hizo Jesucristo (es decir todas las que dijo e hizo), no las hizo Él sino su Padre; Jesús no hizo nada por sí mismo, la única y verdadera obra que hizo Jesús de su propia voluntad fue la de negarse a sí mismo, y fue la perfecta obra que esperaba su Padre que hiciese para que en esa negación de su propia voluntad su Padre pudiera hablar y obrar a través de Él para manifestar su voluntad perfecta de redimir la creación del hombre. Así mismo el Señor solo nos demanda de una cosa: Que nos neguemos a sí mismos en nuestras vidas y en cada cosa que digamos y hagamos.

Cierta vez un miembro del cuerpo de Cristo (esto pasó realmente) se levantó muy animado con ganas de dedicarse al Señor y hacer muchas cosas, y cuándo se encontró con algunos amigos del cuerpo de Cristo les dijo:

- ¿Hermanos, qué se puede hacer que desde hoy voy a servirle al Señor?

y el más anciano de ellos le respondió:

- Nada, si quieres servirle verdaderamente al Señor Dios, no debes hacer nada.

Así es amigo lector, el Señor no necesita nada de nosotros, nada de lo que usted o yo hacemos le sirve al Señor, por el contrario, le estorba, a Él solo le sirve nuestra negación incondicional para poder obrar justicia y vida a través de nosotros, y cuando comprendamos de corazón que esto es el camino de cruz, apenas será el principio de dolores, será el inicio de la tribulación en nuestras vidas, porque iniciará la verdadera crucifixión.

¿Qué le espera entonces a un creyente que comprenda esta crucifixión y que desee el camino de cruz de Cristo?

Sufrimiento, angustia, frustración. No puedo decirle mentiras, ninguna crucifixión es para risas, pero estarán acompañados de una paz indescriptible y de una esperanza tan impresionante sobre la grandeza de Cristo y de su gobierno que superará todo dolor.

Entendí entonces que me esperaba una relación con Jesús basada en llevarme a comprender que todo lo que hay en mí y en mis obras son realmente trapos de inmundicia; que cada cosa que hago en mi voluntad, así sea de los más aparentemente cristiana o para Cristo, no es sino estorbo, suciedad y muerte delante del Señor; que mis mejores intenciones y mis más grandes habilidades son colosales obstáculos para comprender la voluntad perfecta de mi Señor; que mi gobierno propio es el principal enemigo de Cristo; que mi voluntad propia es camino de muerte; que mientras me rehúse a ser crucificado no podré ser vasija de bendición, verdad y vida, sino vasija de maldición, confusión y muerte.

Comprenderé con dolor que no tengo un camino diferente al de negarme, al de aceptar mi crucifixión, y con ello seré llevado poco a poco a la rendición de mi voluntad propia y a la abolición de mi gobierno propio. Tendré que renunciar a mis sueños; tendré que ofrendar en el altar de sacrificio, principalmente, mis más grandes habilidades y mis más nobles intenciones; me será necesario renunciar a lo que con esfuerzo construí en el mundo; en todo aquello en lo que me fortalecí como hombre deberé hacerme el más débil; deberé negarme a cada cosa en la que mi nombre se fortaleció.
Y como si todo esto fuese poco, alrededor de nosotros las personas, los familiares, los cercamos, los no tan cercanos, los cristianos, los no creyentes y hasta los desconocidos, nos tratarán de incapaces, ineptos, fracasados, en el mejor de los casos se preguntarán:

- ¡Qué lástima! ¿Qué pasó con aquel interesante prospecto para el mundo y para el sistema religioso?

A través de todo tipo de situaciones y palabras nos dirán en síntesis:

- ¿Qué haces allí? Bájate de esa cruz y haz algo por ti mismo, tú tienes con qué hacerlo. 
Y no tendremos más salida que resistir todo ello en absoluto silencio.

Recuerdas que decíamos que sobre Señor Jesús quedó escrito que había descendido primeramente a las partes más bajas de la tierra:
“Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad. Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra?” (Ef.4:8-10)

- ¿Y qué quiere decir esta palabra y cúal es su relación tiene con la resurrección?

Pues quiere decir que para que la cautividad o la esclavitud de nuestras vidas sea llevada cautiva a lo alto, es necesario que antes o primeramente Jesús descienda a las partes más bajas de nuestra tierra, que es el corazón. En medio de la crucifixión y la muerte al gobierno propio, el mismo Jesucristo descenderá a lo más profundo de la tierra de nuestro corazón, que es casi como el infierno (el centro de la rebelión contra Dios), y nos alumbrará las raíces de la rebelión, la corrupción, la inmundicia y la muerte, nos conmoverá tanto saber que esto reside en nuestro corazón, que seremos llevados a despreciar estas raíces, hasta que finalmente, Él las despoje para siempre de nuestro ser.

Sabrás entonces que estás en el camino de crucifixión y negación cuando tu nombre prácticamente deje de mencionarse, cuando tu lugar en el mundo sea indiferente porque sería patético para el mundo contar seriamente con alguien como tú o como yo. Sabré que estoy próximo a morir a mi mismo cuando dentro de mí ya no tenga sentido lo que el mundo alguna vez me ofreció y que me parecía interesante; cuando vea lo turbador y deplorable que es el gobierno, la justicia y el escabroso humanismo en la que se basa el mundo y todos sus sistemas; cuando sea capaz de comprender que mis mejores esfuerzos para salvar, amar y dirigir a mi familia es mis propias fuerzas son asombrosamente frágiles; cuando entienda que debo renunciar a todo intermediario que no sea Cristo, llámese pastor, iglesia, biblia, religión, etc. Cuando comprenda y viva que lo único que puedo hacer para vivir y gobernar correctamente mi vida, la de mi familia y la del ministerio que al Señor le plazca darme, es renunciar a mi gobierno totalmente y aceptar el gobierno de Cristo en una dependencia total y absoluta.

Entonces estaré listo para morir a mí mismo, pero no en la carne sino a mí voluntad y a mi gobierno propio; estaré listo cuando ya no importe cuánto valgo para el mundo; cuando las prioridades de mi corazón estén organizadas valorando la bendición y el reino de Dios primeramente; cuando sea develado en mi corazón el misterio que me lleva a comprender y a vivir lo valioso que es en las manos del Señor Jesús alguien que se ha negado a sí mismo.
Y entonces moriré a mí voluntad.

¿Será fácil? No, para nada, y claro que pienso como usted mi amigo lector: Qué agradable seria resucitar sin tener que ser crucificado o morir a mí gobierno propio, pero ya entiendes que esto es imposible.

Luego de la crucifixión y la muerte a mi gobierno y nombre propio, viene la promesa: Resucitar, pero ahora si la podré vivir, ya que Dios, mi Padre, me hará resurgir de las cenizas, me llenará de un nuevo aliento de vida: La vida, la naturaleza y el gobierno de su Hijo Jesús habitarán en mí, ya no viviré para sobresalir en el mundo, sino para hacer la voluntad perfecta de mi Padre en medio del anonimato en el mundo, pero con el nombre en la frente de quien me resucito: este es, Cristo Jesús. Y entonces si se dirá de mí lo mismo que se dijo del Señor: Que resucitó. Y viviremos como el Señor Jesús: resucitados en medio de los muertos, porque aquellos que tomen el camino de cruz y resuciten en esta vida en la carne, estaremos vivos en medio de muchos muertos, y veremos en medio de numerosísimos ciegos.

¿Qué es pues en síntesis una persona que resucitó? Es una persona que fue crucificada y muerta a su propio yo; que ahora vive en la naturaleza del Hijo de Dios; que renunció a su gobierno propio para aceptar el gobierno de Cristo en su vida; que murió a su voluntad propia y que resucitó en la voluntad de Dios; que ahora en el paz, en el reposo y en el amor perfecto de nuestro Salvador Jesucristo tendrá y podrá dar verdaderamente a otros la presencia y la palabra y la vida de Dios.

Amigo, en esta vida en la carne, sin morir físicamente, podrías vivir muchas de las cosas que están en las escrituras, las cuales tienen esencialmente una revelación espiritual y que pueden ser puestas por obra en tu vida, de manera que por ejemplo podrás caminar y desaparecer caminando con el Señor Dios como lo hizo Enoc (cuando nuestro nombre y nuestra naturaleza desaparezcan por seguir al Señor); podrás estar en el monte Horeb delante de la presencia del Dios vivo recibiendo leyes e instrucciones como lo hizo Moisés; podrás estar delante del Tabernáculo; podrás entrar al lugar santísimo delante del Arca de alianza; podrás cruzar el Jordán; podrás tomar la tierra de la promesa; podrás iniciar un ministerio rendido como el de Cristo; podrás negarte a tí mismo; podrás experimentar el gobierno de Cristo; podrás ser arrebatado; podrás ser crucificado; podrás morir a tu voluntad para resucitar en la voluntad de Dios; podrás vivir en medio de los muertos; podrás ver en medio de un mundo de ciegos; podrás ser preparado para gobernar con Cristo; podrás alcanzar la estatura de la plenitud de Cristo; podrás ser parte de la última y especial generación de Cristo sobre la tierra al final de los tiempos; podrás llevar la presencia, la palabra y la vida de Cristo por el mundo; podrás ser el verdadero guerrero anónimo, disciplinado y negado a su voluntad propia que necesita el Señor Jesús para la última gran batalla.

Para vivir las promesas del Señor solo se necesita de un corazón sencillo que lo anhele y que tenga la fuerza y la medida de la fe en Cristo para creer que es posible vivirse en esta vida en carne, acá en el mundo, ya. Amigo, el tiempo para vivir todo esto es ya. Anímate, no esperes más, no te desanimes, el galardón que nos espera es demasiado grande: ser llamados hijos del Dios Altísimo, herederos del Dios de los Cielos para gobernar junto con su Hijo Jesús; privilegios que ni siquiera los ángeles tienen, de manera que la bendición y la gloria del Señor Jesucristo sobre nuestras vidas no se comparan con nada de lo que hay en este mundo pasajero, patético e injusto.
Para Jesucristo, quien fue crucificado, murió, descendió, resucitó y vive, sea toda gloria verdadera de su Espíritu.




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Paul Washer



Paris Reidhead



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